Nuestro voto decide
De entre 16 candidaturas presidenciales, de las cuales, por su mediocridad, al menos 13 no alcanzarán ni el 5% de la votación, debemos votar con responsabilidad cívica para evitar la narcopolítica y dar paso al fortalecimiento institucional, la eficiencia y la transparencia que genere la confianza necesaria para incrementar la inversión privada nacional e internacional que crea riqueza y empleo, que es una de las principales aspiraciones de la ciudadanía. Además, para lograr gobernabilidad, es indispensable que votemos por la lista completa para presidente, vicepresidente y asambleístas, con la esperanza de contar con legisladores que nos hagan olvidar la trágica y vergonzosa composición de las asambleas recientes.
Los atributos mínimos que los candidatos deben tener, no son el baile, el canto y la demagogia sin escrúpulos como lamentablemente hemos visto y escuchado, incluso en el mal denominado debate, sino: la honestidad, la rigurosa formación profesional, experiencia en la administración de recursos públicos o privados, liderazgo para promover consensos que permitan elaborar planes de desarrollo nacional de largo plazo, compromiso demostrado para luchar contra la corrupción, voluntad política para combatir el narcotráfico y el crimen organizado en todas sus manifestaciones, visión mundial y vínculos internacionales para lograr alianzas estratégicas en un mundo globalizado, sabiduría para enfrentar y solucionar los problemas, capacidad para aprovechar la oposición constructiva y para enfrentar con firmeza a quienes persiguen el caos y el fracaso de país.
Con los atributos señalados, no debe ser muy difícil elegir al mejor, aun con tanta desinformación y las experiencias perversas que tienen algunas agrupaciones para engañar a grupos sociales menos favorecidos que son los que más sufren sus negativos efectos, por lo que votar con conciencia y responsabilidad debe ser nuestra decisión para enterrar la narcopolítica, la corrupción y la mediocridad.
Mario Andrade Trujillo
Invocación a la madre
Hijo mío, cuando tu alma tiritando esté de frío y por rauda senda vayas, a merced del mundo impío, recuerda que tienes MADRE y enfréntate al desafío. Cuando el cielo esté nublado y la lluvia caiga aprisa y te haga falta un consejo o una palabra precisa, recuerda que tienes MADRE y esboza en ti una sonrisa. Si en tu corazón amado albergas mil alegrías y tu vida está plagada de encantos y fantasías, no olvides nunca a tu MADRE que es la autora de tus días. Si en el grito de la noche escuchas, cuál tibio trino, la voz del alma doliente en su trajinar cansino, invoca a tu dulce MADRE que enrumbará tu destino. Cuando sientas una pena o te agobie algún tormento y tu mirada perdida divague en el firmamento lleva, por siempre, a tu MADRE muy dentro del pensamiento. Cuando en tu piel ya marchita se dibuje honda tristeza y finas hebras de plata te coronen la cabeza, recuerda que aún tienes MADRE y alaba a Dios su grandeza. Y si allá, en el infinito, en ignota lontananza, sepas que el alma cautiva de tu madre, al fin, descansa, recuerda que está con Dios y ¡entónale una alabanza!
Fabiola Carrera Alemán