Es notoria la desesperación de Correa al ver que no se concreta ninguno de los intentos diseñados para lograr su único objetivo actual, que es echar abajo, por cualquier medio, la sentencia que le condena a 8 años de prisión y evitar que continúen otros procesos penales que lo vinculan.
Así, tomarse el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social -engendro creado por sus asesores españoles- no le está sirviendo de nada, pues, más allá de que en los próximos días podrían ser defenestrados sus pupilos en ese organismo por irrespetar una resolución de la Corte Constitucional, la destitución de la Fiscal y la designación del nuevo Contralor no se han podido ni podrán concretarse en el futuro previsible.
No tuvo reparos en violar la ley presentando a sus candidatos como independientes de consignas políticas, aunque sus vínculos con la RC (o como se llame actualmente) fueron manifiestos e hicieron campaña vistiendo prendas similares, seguro de que el CNE, también dócil a sus objetivos, callaría ante esa grosera violación.
Ganar la presidencia en primera vuelta con el binomio González-Arauz tampoco le ha sido posible y vencer a Noboa en la segunda vuelta le resulta muy cuesta arriba por las limitaciones evidentes de los candidatos y la reacción contraria que genera la sola posibilidad de que Correa pudiera convertirse en quien tenga el poder realdetrás de sus fieles escogidos.
El Consejo de la Judicatura, a cuyo frente puso a un desorbitado elemento que tan pronto sintió algo de poder en sus manos afloró un evidente trastorno de personalidad, tampoco ha podido asegurar la reorganización de la sala penal de la Corte Nacional para tener jueces dispuestos a dar paso al recurso de revisión de la sentencia de 8 años, haya o no justificación legal para hacerlo.
En suma, la desesperación del ex presidente está llegando a niveles que, sin duda, ya han afectado su suigéneris personalidad.